Os voy a patear el culo». Y la gente se pone a sus pies. Lady Gaga dio el espectáculo el martes en Barcelona y el próximo día 12 lo dará en Madrid. Dice que no lo hace por dinero, sino «por la fama y el show». Y en esto ella es una artista. Deslenguada y provocadora, la neoyorquina ofrece un intenso recital de dos horas y se cambia hasta diez veces de traje. Pero el show empieza mucho antes de subirse al escenario, con su larga lista de exigencias, que incluyen dos botellas de oxígeno con inhalador y miel en el camerino. Sin eso parece que no funciona.
Pero si sólo fuera eso... Aunque hace un tiempo se alimentaba de potitos para no engordar, se ha olvidado de la dieta y exige un montón de refrescos y comida, desde chocolate con almendras a guacamole, pollo asado y queso «sin olor y sin sudor». No deja que se sirva hielo en el recinto desde media hora antes de empezar el concierto y tampoco permite a los fans que metan armas -por esto tampoco se le puede llamar precisamente excéntrica- ni pancartas políticas, cámaras con teleobjetivos o punteros láser... Ah, los chicos de la tele se quedan fuera, así que las únicas imágenes en vivo que hay del concierto son domésticas grabaciones de móvil.
Así de exigente es Lady Gaga, pero el público le perdona todo y le ríe las salidas de tono: 'Soy una zorra libre', 'Tengo un gran pene italiano', intercala entre 'Alejandro' y 'Bad romance'. El día 12 se irá con su séquito -le acompañan 30 camiones y 13 autobuses- a Madrid y, desde allí, a seguir girando por todo el mundo. Pero nos deja un 'regalito', la promesa de que en su próximo álbum incluirá una canción en castellano, además de otros temas en chino mandarín, portugués, hindi, y ruso.
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